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Como se puede deducir, hablamos de un modelo policial más proactivo que reactivo y que implica, por tanto, ir desechando las estrategias reactivas. Y en este punto podríamos plantearnos algunas cuestiones, tales como que la policía es lo que es, es lo que era, pero ¿podría ser de otra manera? Hay quienes pensamos que sí y soñamos con el nuevo paradigma.
Pero queda trabajo. Hay que convencer a nuestros dirigentes políticos, porque no basta con que la policía quiera, en la institución policial las resistencias se podrían vencer, por ejemplo, apelando a ese sentimiento de servidores públicos, porque si la ciudadanía lo demanda, y parece ser que así es, -ya que la mayoría de las personas manifiestan su deseo de vivir en paz y felices-, aunque la institución se resista, al final, precisamente por su carácter de servidores públicos, atenderán las auténticas demandas sociales, y lo harán de buen grado.
Pero mientras que la policía siga vinculada al poder político y no sea poder independiente, habrá que seguir reclamando que se tomen decisiones, muchas, juntas, seguidas y buenas, sobre le modelo policial instaurado, repensar si es el adecuado, repensar los planes formativos en las academias policiales, habrá que elaborar planes internos y externos, analizar datos de impacto, cabrá escuchar voces diferentes, por ejemplo de las mujeres, que por cultura tenemos un modo distinto de hacer las cosas. Aquí la suma de voluntades cuenta.